jueves, 4 de marzo de 2010

La tejedora de terror

Por: Angélica Alejandra Lemus Duarte
Taller de Creación Literaria de Tamalameque




Aprovechando un periodo de vacaciones y reunidos en casa un grupo de familiares conformado por abuelos, primos y hermanos, hablábamos de innumerables cosas. De repente un familiar me preguntó sobre las apariciones de la llorona loca, yo quise responder pero mi abuelo tomó la palabra y comenzó hablar de sus apariciones en noches oscuras y tenebrosas. Quien lograba oír sus gritos y lamentos le sobrevenían fiebres, escalofríos y temblor en el cuerpo; quienes por curiosidad se sobreponían al miedo y salían a ver el espanto perdían el conocimiento y al recuperarlo no articulaba palabra alguna durante algunas horas.

Contaba mi abuelo que por las calles y lugares por donde transitaba la llorona loca, le sobrevenían periodos de enfermedades, sequías y algunas veces alguien moría.

Alguien del grupo aterrorizado preguntó ¿Por qué ese fantasma lo llamaban la Llorona Loca?, fue allí cuándo intervino mi abuela para decir que era una mujer normal, que en un arrebato de celos tuvo una fuerte pelea con su marido, quien al intentar darle un brutal golpe se lo dio en el lugar donde ella hacía tres meses engendraba ese hijo, por cuya causa ella abortó a su criatura y en un momento de ira le dio muerte a su marido y huyó con la desdicha de la pérdida de su hijo, esos gritos lastimeros, le llevaron a la locura y salir por las noches lamentando su tragedia, que la hizo tiempo después quitarse vida.

Dentro del grupo alguien preguntó: ¿Cómo era la Llorona Loca?, mi tío quien compartía este momento describió a ese ser fantasmal de la siguiente manera: era una mujer alta, de piel morena, con una cabellera abundante y desgreñada y con un ropaje que daba la sensación de ser un vestido lleno de remiendos y harapos y por su oficio de hilar y tejer siempre aparecía con un gran tabaco encendido y humeando que daba la sensación de un tizón de leña.

En las noches oscuras en que la llorona loca hacía su aparición, los perros aullaban, los mechones se apagaban y la piel del escuchante se erizaba, todo era rodeado por miedo y desolación.

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